11
enero 2016
La condena de vivir con
dolor
Nuria Baena
Un 84% de los ancianos españoles padece dolor de
manera crónica. La OMS considera el dolor crónico una enfermedad en sí misma.
Algunas cicatrices jalonan su cuerpo, recordatorio de varias intervenciones quirúrgicas: una de cuando le quitaron la vesícula, otra de cuando la operaron casi a vida o muerte por una peritonitis, una en la rodilla izquierda -en la que le colocaron una prótesis-, otra de cuando la intervinieron para extirparle un cáncer en el colon...
De todas esas luchas, Josefa, una mujer acostumbrada a superar adversidades y a trabajar duro desde niña, ha salido victoriosa. Sin embargo, el dolor constante en ambas piernas, causado por una artrosis que lleva años y años corroyéndola como una implacable carcoma, es el peor talón de Aquiles al que se ha enfrentado nunca. Este adversario silencioso e invisible, cuyas dimensiones sólo ella puede calibrar, está apagándola poco a poco, quitándole las ganas de vivir, de salir a la calle y de tirar del carro de su existencia.
La constancia ha mantenido en pie muchos años a Josefa, que aún ahora sigue levantándose temprano para ir a la piscina y hacer muchos más largos de los que se pudiera pensar al observar su andar renqueante. Gracias a esta fuerza de voluntad todavía no se ha quedado postrada en una cama, y puede, a duras penas, encargarse del cuidado de su marido, que hace tiempo que superó los 90 años, o de hacer alguna pequeña compra. Sin embargo, cada día es más duro que el anterior. Ni los tratamientos con analgésicos o con corrientes eléctricas, ni los masajes, ni la acupuntura han podido mitigar un sufrimiento que en ocasiones lo ocupa todo.
Ejercicio
Sin llegar a
ese extremo, Araceli recuerda haber pasado casi toda su vida con dolor.
«Comenzó a los 12 años -recuerda-, cuando sufrí unas anginas escarlatinosas que
me tuvieron una semana en la cama porque no podía moverme». Después de la
enfermedad, piernas, brazos y rodillas le dolían de forma continua, al tiempo
que padecía mucho de
La natación y
la toma de una aspirina todos los días durante mucho tiempo han ayudado a esta
mujer animosa a sobrellevar unas molestias para las que ni
Josefa y
Araceli pertenecen a ese casi 20% de españoles que padece dolor crónico, una
cifra que se eleva al 84% en el caso de los pacientes ancianos que viven en
residencias, según detalla
Para esta especialista, también influyen el envejecimiento de la población y la supervivencia en patologías como el cáncer, que antes eran mortales pero ahora se asocian en un 30% al dolor crónico. Asimismo, los cambios en el estilo de vida, el sedentarismo, el sobrepeso, las malas posturas en el trabajo o la aparición de enfermedades que antes no existían, como las ligadas al VIH, influyen en el aumento de la prevalencia del dolor. Además, a pesar de los avances, no estamos acostumbrados a cuidarnos para evitar, por ejemplo, los dolores musculoesqueléticos que, como recuerda Pérez, son los más fáciles de prevenir.
Iniciativas
La contundencia de las cifras relacionadas con este trastorno crónico llevó al doctor Jordi Moya Riera, jefe de la Unidad del Dolor del Hospital Mateu Orfila (Mahón), a fundar Sine Dolore, asociación de pacientes sin dolor, amadrinada por Irene Villa.
Según explica Moya Reina, «el dolor tiene dos grandes aliados: que no se ve y que no se puede medir y, por ello, aunque un 20% de españoles lo sufra, no somos conscientes de la magnitud del problema. Cuando hablamos del dolor, creamos conciencia y hacemos visible lo invisible, y ayudamos a gente a luchar contra este problema».
Para este
especialista, es evidente que, en los últimos tiempos, existe una mejor
percepción de la problemática del dolor crónico, ya que
Además, en la escuela también conciencian de los peligros de la ingesta incontrolada de fármacos por parte de quienes sufren de dolor crónico. «A veces llega un paciente que nos deriva el nefrólogo porque se ha tomado tantos antiinflamatorios para paliar el dolor que se ha cargado los riñones, provocándose una insuficiencia renal crónica y teniendo que someterse a diálisis -detalla Moya-. Se intenta atajar el dolor con otros fármacos que no sean antiinflamatorios -añade-. Pero el abuso del paracetamol es la primera causa de transplante hepático en EEUU -continúa-. Hay gente que, en su desesperación, se bebe las ampollas de Nolotil inyectable, porque la dosis es cuatro veces mayor que la de una pastilla. Por eso hay que decirle a los pacientes que hay unidades creadas para el tratamiento del dolor. Todos los fármacos controlados por un especialista y tomados correctamente tienen menos efectos secundarios», concluye.
Según explica
Leonor, paciente del doctor Moya en la Unidad del Dolor de
Con esa
vocación de escuela nació la web tuvidasindolor.es,
desarrollada por
Carencias en España
Tal y como
explica Madariaga, «en España tenemos una situación
en la que el dolor está muy poco tratado, a pesar de ser muy prevalente. Hay muchas carencias en recursos, en formación
de los médicos y también en educación de pacientes». En opinión de esta
doctora, los enfermos deben ser conscientes de sus derechos y de que sus
tratamientos y su atención sanitaria pueden mejorar mucho, y cita como ejemplos
de escuelas a las que los afectados pueden acudir las de
«Estamos
creciendo porque tratamos temas claves y contestamos las dudas de los
pacientes, ya que, aunque no podemos hacer una consulta personalizada,
intentamos orientarles y apoyarles para que sepan más o menos bien lo que les
pasa», relata Madariaga. Como el resto de
especialistas consultados por
Unidades para tratar el dolor
El paciente tipo de una unidad del dolor es aquel que sufre de forma crónica dolor, o cuyos médicos no pueden controlar sus molestias. La unidad suele estar coordinada por un médico anestesiólogo, y en el tratamiento pueden intervenir otros especialistas como neurocirujanos, traumatólogos, rehabilitadores, fisioterapeutas, reumatólogos, oncólogos, psicólogos, psiquiatras o médicos de atención primaria. Los tratamientos más habituales son los bloqueos, las infiltraciones, las técnicas de anestesia regional, medicación mediante iontoforesis, la implantación de bombas de infusión de fármacos, catéteres epidurales, bombas de perfusión intravenosa, neuroestimulación eléctrica transcutánea (TENS), rehabilitación, fisioterapia y asistencia y apoyo psicológico o psiquiátrico.